miércoles, 30 de abril de 2008

La siembra y la siega del F.C.Barcelona

MANUEL MORILLAS
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Pues se acabó el sueño. Ya no hay clavo ardiendo al que agarrarse ni orilla hacia la que remar: el Barcelona ha caído en las semifinales de la Champions League. El Manchester se ha impuesto 1-0 en Old Trafford y acaba con la ilusión de quienes aún la tuvieran, que tampoco eran tantos.

Tampoco eran tantos porque el aficionado culé no es tonto. Hace tiempo que el Barcelona tiene más focos fuera del campo que dentro de él, el proceso de galactización del vestuario ha sido vertiginoso, como sacado del manual de Florentino. Han sido demasiadas cosas: que si los michelines de Ronnie, que si las ovejas negras, que si las rajadas de Eto'o... No podía acabar bien.

Es cierto que el Madrid lo ha logrado con anterioridad, ese vicio esperpéntico de rozar lo ridículo en la competición de andar por casa -la Liga- y perseguir lo excelente en la de smoking obligatorio -la Champions-, pero la historia y la costumbre han forjado de ese vicio un arte. Y el arte no se aprende: se tiene o no se tiene.

El Barça lo ha querido aprender copiando del alumno aventajado de la clase, ése que con su matrícula quita lustre a tu sobresaliente. Ha pensado que podía pasar de hacer los deberes, no estudiar hasta la noche de antes y juntando un poco de corazón y concentración salir airoso de este envite. Pero no. Generalmente quien siembra recoge, y el Barcelona no ha sembrado nada en comparación con sus verdugos ingleses.

Como muestra sirve un botón: el pasado domingo Rijkaard planteó el partido contra el Depor reservando a los peces gordos para peceras de cristal de Bohemia, y, como consecuencia, el equipo careció de timón y tensión: fue un pelele en manos gallegas. Por su parte, el Manchester tenía un partido crucial ante el Chelsea, donde se jugaba buena parte de sus opciones para la Premier. Alex Ferguson no dudó ni un segundo en jugar con todo lo que tenía, sin reservas, sin mirar con el rabillo del ojo al partido del miércoles. También perdieron, pero la imagen ofrecida fue muy diferente.

Es como dar una vuelta al mundo con un cochazo que lleva diez años parado. Sabes que es bueno, que te salió caro y que ya ha demostrado por qué vale lo que vale. Pero lo que no puedes saber es si va a seguir dando su máximo rendimiento tras tanto tiempo. El Barcelona ha querido poner a 300 un coche que lleva todo el año parado, sin ilusión en la Liga desde diciembre y conduciendo con la segunda marcha por Europa. Y claro, cuando llega el momento de meter la cuarta y la quinta, pueden entrar o no. Esta vez no entraron y el motor acabó gripando.

Es cierto que la historia hubiera sido muy distinta de haber entrado la pelotita, como siempre, pero eso no hubiera cambiado el hecho de que el Barça tiene deberes atrasados hace tiempo. Algo tendrán que plantearse desde la cúpula directiva, digo yo. Porque generalmente, al final, quien siembra, recoge. Laporta: prepare las nuevas semillas, pero no se olvide de segar los yerbajos primero.